Es muy frecuente que, tras la jubilación, aun personas que han sido muy estrictas en su horario, se olviden por completo de esa sistematización de sus ocupaciones. No suelen tener hora fija para levantarse o acostarse, leen, pasean o charlan según el primer impulso que experimentan.
El primer resultado de este régimen de vida, arbitrario y falto de exigencias, es que la vida de esas personas se torna vacía, sin sentido. Es un puro vegetar. Esto de una manera más o menos inconsciente, lo perciben quienes así viven, y experimentan , junto a la sensación de vacío, el malestar de su inutilidad.
Lo que esperaban como una liberación del horario apretado, al que estuvieron sometidos durante tantos años de vida profesional activa, se convierte en ocasión en malestar y deterioro.
Es, pues, imprescindible no dejarse llevar por la falsa impresión de que el jubilado debe gozar de libertad absoluta de horario, no comprometerse a nada.
Es importante tener un horario para acostarse y levantarse. La experiencia y los estudios sobre el sueño parecen indicar que es mejor , acostarse pronto y levantarse temprano.
No es bueno rebasar el número de horas de sueño que cada persona necesita, pues cuando se duerme un número de horas excesivo se produce una sensación de somnolencia, de fácil cansancio, y de poco rendimiento durante el día.